El impacto ambiental derivado de la actividad industrial es una
problemática creciente y se relaciona principalmente con el manejo, densidad y
composición de los desechos; así como el control sobre las diferentes emisiones
a la atmosfera y los mantos acuíferos.
Para medir el índice de contaminación industrial inicialmente nos podemos
referir a tres indicadores clave: los gases de efecto invernadero, la huella de
carbono y la huella hídrica.
Gases de efecto invernadero: Son componentes gaseosos de la atmósfera,
naturales y resultantes de la actividad humana, que modifican la dinámica de la
radiación infrarroja. Esta propiedad causa el efecto invernadero.
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La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
reconoce seis gases de efecto invernadero: bióxido de carbono (CO2), metano
(CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC)
y hexafluoruro de azufre (SF6).
La huella de Carbono: Es el conjunto de emisiones de gases de efecto
invernadero producidas por personas, organizaciones, productos, eventos o
regiones, en términos de equivalentes de producción de CO2. Sirve como
herramienta de gestión para conocer las acciones que contribuyen a la emisión,
y como se puede realizar un uso eficiente de los recursos.
La Huella Hídrica: Se refiere al volumen de agua dulce utilizada de manera directa por las actividades diarias que realiza una empresa, más el volumen de agua utilizada en la producción de bienes y servicios (huella hídrica virtual) y que resulta contaminada, considerando toda la cadena de provisión.
Con estos indicadores, la correcta estimación y su interpretación puede ayudar a que las empresas conozcan posibles áreas de incidencia y, en consecuencia, el impacto que generan los procesos productivos para poder evaluar y priorizar una serie de acciones para reducir esta forma de contaminación con beneficios para el medio ambiente y la sanidad en general.